miércoles, 18 de marzo de 2015

Historia de Buda y el perdon, quien ama no precisa perdonar.



Estaba Buda meditando en la espesura junto a sus discípulos, cuando se

acercó un detractor espiritual que lo detestaba y aprovechando el momento de

mayor concentración del Buda, lo insultó, lo escupió y le arrojó tierra.


Buda salió del trance al instante y con una sonrisa plácida envolvió con

compasión al agresor; sin embargo, los discípulos reaccionaron violentamente,

atraparon al hombre y alzando palos y piedras, esperaron la orden del Buda para

darle su merecido.


Buda en un instante percibe la totalidad de la situación, y les ordena a los

discípulos, que suelten al hombre y se dirige a este con suavidad y convicción

diciéndole:


-“Mire lo que usted generó en nosotros, nos expuso como un espejo muestra el

verdadero rostro. Desde ahora le pido por favor que venga todos los días, a

probar nuestra verdad o nuestra hipocresía. Usted vio que en un instante yo lo

llené de amor, pero estos hombres que hace años me siguen por todos lados

meditando y orando, demuestran no entender ni vivir el proceso de la unidad y

quisieron responder con una agresión similar o mayor a la recibida.


Regrese siempre que desee, usted es mi invitado de honor. Todo insulto suyo

será bien recibido, como un estímulo para ver si vibramos alto, o es sólo un

engaño de la mente esto de ver la unidad en todo”.


Cuando escucharon esto, tanto los discípulos como el hombre, se retiraron de

la presencia del Buda rápidamente, llenos de culpa, cada uno percibiendo la

lección de grandeza del maestro y tratando de escapar de su mirada y de la

vergüenza interna.

A la mañana siguiente, el agresor, se presentó ante Buda,

se arrojó a sus pies y le dijo en forma muy sentida.


No pude dormir en toda la noche, la culpa es muy grande, le suplico que me

perdone y me acepte junto a Usted”


Buda con una sonrisa en el rostro, le dijo: “Usted es libre de quedarse con

nosotros, ya mismo; pero no puedo perdonarlo”


El hombre muy compungido, le pidió que por favor lo hiciera, ya que él era el

maestro de la compasión, a lo que el Buda respondió:


-“Entiéndame, claramente, para que alguien perdone, debe haber un ego herido;

solo el ego herido, la falsa creencia de que uno es la personalidad, ese es

quien puede perdonar, después de haber odiado, o resentido, se pasa a un nivel

de cierto avance, con una trampa incluida, que es la necesidad de sentirse

espiritualmente superior, a aquel que en su bajeza mental nos hirió. Solo

alguien que sigue viendo la dualidad, y se considera a sí mismo muy sabio,

perdona, a aquel ignorante que le causó una herida”.


Y continuó: “No es mi caso, yo lo veo como un alma afín, no me siento

superior, no siento que me hayas herido, solo tengo amor en mi corazón por

usted, no puedo perdonarlo, solo lo amo. Quien ama, ya no necesita
perdonar.”


El hombre no pudo disimular una cierta desilusión, ya que las palabras de

Buda eran muy profundas para ser captadas por una mente llena todavía de

turbulencia y necesidad, y ante esa mirada carente, el Buda añadió con

comprensión infinita:


-“Percibo lo que le pasa, vamos a resolverlo: Para perdonar, ya sabemos que

necesitamos a alguien dispuesto a perdonar. Vamos a buscar a los discípulos, en

su soberbia están todavía llenos de rencor, y les va a gustar mucho que usted

les pida perdón. En su ignorancia se van a sentir magnánimos por perdonarlo,

poderosos por darle su perdón, y usted también va a estar contento y tranquilo

por recibirlo, va a sentir un reaseguro en su ego culposo, y así más o menos

todos quedarán contentos y seguiremos meditando en el bosque, como si nada

hubiera pasado”


Y así fue.